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La palabra: magia para crear, comunicar y emocionar

Cuando me preguntan por qué me gusta tanto escribir y leer, no puedo dejar de recordar a mis padres. Mi papá tenía solo estudios primarios, y mi madre al graduarse de bachiller hizo un curso de secretaria bilingüe. Esa era su formación académica. Pero su verdadera fortaleza era su amor por los libros. A los dos les encantaba leer. Cualquier género era bueno para mantenerlos hipnotizados por horas. De ellos aprendí que las palabras son varitas mágicas para crear, comunicar y emocionar.

Gracias a que leía todo lo que caía en sus manos, mi padre tenía una cultura general y un vocabulario envidiables. Recuerdo un evento en mi querida escuela Miguel Suniaga. Tendría yo unos siete años. En la escuela harían un acto de despedida para el director, el maestro Pérez, quien se retiraba. Resulté ser elegida para dar el discurso en su honor. Cuando llegué a casa, le di con mucha preocupación la noticia a mi papá. Recuerdo que me dijo: “no te preocupes, yo te ayudo, yo soy experto en eso”.

Nos sentamos a escribir el discurso. Él me preguntaba qué quería yo contar sobre el director, y yo le iba diciendo: “es regañón…  es bueno con los alumnos… se ríe con nosotros”.

Así lo fuimos armando. Recuerdo que me lo dio, y me dijo que había una frase con una palabra que yo no conocía. Papá había tenido que repetir una palabra, y como no conseguía un sinónimo, la repitió, y escribió: “valga la redundancia”. ¿Redundancia? Papá me explicó lo que quería decir, e incluso me dijo el tono en el que lo debía decir.

Como me preocupaba que se me olvidara el discurso, él me pidió que se lo leyera varias veces. Me dejó claro que no me lo tenía que aprender “al caletre” porque nadie esperaba que una niña de siete años se aprendiera un discurso de memoria, pero que seguramente de tanto leerlo se me iba a a quedar grabado y no necesitaría leerlo. Y así fue.

Recuerdo al director Pérez sentado en la primera fila con una pierna enyesada. El subdirector Aguilar a su lado. Las maestras pendientes de todo. Comencé mi discurso. Cuando dije con el tono que me había explicado papá: “valga la redundancia”, vi la sonrisa del director y el aplauso de mis maestras. Ese día aprendí que con las palabras podemos hacer magia. Cada vez que dudo al escribir o me pongo nerviosa por hablar en público, recuerdo aquel “valga la redundancia”, y me vuelvo a llenar de ese sentimiento de satisfacción.

Imagen de Tumisu en Pixabay

Las palabras son esa varita que agitamos para crear, comunicar, emocionar… No hay que ser escritor, ni docto en las ciencias lingüísticas para gozar de su magia, solo hay que apreciarlas un poco, y usarlas tratando de hacerlo lo mejor posible. Eso lo sabían mis padres, eso le he enseñado a mis hijos, y eso es lo que trato que sientas cada vez que converso contigo.

Te invito a suscribirte a mi boletín Del buen escribir, para que cada dos semanas recibas directamente a tu correo anécdotas y datos interesantes sobre la magia de este, valga la redundancia, mágico mundo de las palabras.

 


“Del buen escribir” ahora en un n̶e̶w̶s̶l̶e̶t̶t̶e̶r̶ boletín

En el minuto en el que estoy preparando este artículo, según worldometers, se han redactado solo en este día más de 143 mil millones de correos electrónicos, más de cuatro millones de entradas de blog (yo estoy escribiendo una de ellas 😊), 436 millones de tuits, y se han hecho más de 4 379 búsquedas en Google.

Una avalancha de información, ¿no te parece? 😲

¿Quiénes somos los productores y receptores de esa información?

Pues, tú, yo, tu vecino y los casi ocho mil millones de seres humanos que abarrotamos este minúsculo punto del universo.

Es tan grande la cantidad de información que estamos haciendo un esfuerzo constante en filtrar, clasificar, asimilar, entender… tratando de no volvernos locos en el intento.

Si estás leyendo este blog es porque te interesa lo relacionado a escribir bien.

Para que no pierdas la cabeza dentro de tanta información que se publica cada minuto sobre este tema, cada quince días envío mi boletín Del buen escribir a mis suscriptores. Allí siempre desarrollo un tema interesante sobre el idioma; te doy tips y datos para manejar mejor esta maravillosa herramienta que es el lenguaje; llevo anécdotas entretenidas sobre escritores famosos, y te dejo enlaces de cosas que encuentro en la red, y que sé que te van a hacer pasar un buen rato.

Suscríbete ahora. Es gratis, y estoy segura de que te gustará.

 

 

 


No salgas con un perejil en el diente: revisa tu ortografía

A lo mejor te suena descabellado, pero un perejil en el diente puede tener mucho que ver con la ortografía. Te cuento.

Estás con alguien. Al reírse te das cuenta de que tiene un pedazo de perejil en el diente (o cilantro, albahaca o cualquier resto de comida). Si es de confianza, le haces notar la situación, rápidamente se tapará la boca y, con desesperación,  buscará la manera de deshacerse de tan desagradable elemento. Si la relación no es muy cercana, no encontrarás la forma adecuada de avisarle, pues no sabes si se molestará (lamentablemente la vergüenza tiene muchas maneras de expresarse, y una de ellas es atacar al mensajero). Así que, en ese caso, quizá no digas nada y te retires lentamente con ese secreto entre pecho y espalda.

persona escribiendo en computadora

hoja de perejil

 

¿Por qué un detalle aparentemente tan insignificante puede convertirse en una experiencia tan desagradable? Se me vienen a la cabeza varias posibles razones:

*Un perejil en el diente es como un reflector apuntando hacia ti para destacar tu peor ángulo, y eso afecta la imagen que deseas dar.

*No pasa desapercibido jamás.

*Es desagradable para el que lo ve, y a nadie le gusta ser o parecer desagradable.

*Por más que quieras ver hacia otro lado, la mirada va directo al perejil.

*Podrán notarlo cientos de personas antes de que tú te des cuenta.

*Nadie quiere que los demás asuman que no tiene hábitos de higiene dental.

*Porque un pedazo de perejil en el diente es, definitivamente, un matapasiones.

¿Qué tiene que ver el perejil con la ortografía?

Te lo digo de una vez: un error ortográfico es igual que un perejil en el diente. Escribes un post (o un tuit, un CV, un libro, un ensayo…). Tiene una (o varias) fallas de ortografía (o gramaticales). Muchos en este punto me dicen: “Ay, ¿qué tanto? Igual me entienden”. Yo sigo diciendo lo que ocurre:

*El error se convierte en el punto de atención.

*El lector/cliente/reclutador que te interesa lo ve y piensa que hay algunas fallas en tu formación (el lenguaje es la primera herramienta que debe aprenderse).

*El lector/cliente/reclutador se da cuenta de que no prestas mucha atención a los detalles. A lo mejor deja de leerte (o de seguirte), lo piensa dos veces antes de contratar tus servicios, seguirá entrevistando posibles candidatos para ese puesto que querías…

*Los errores nunca pasan desapercibidos. Siempre alguien se da cuenta.

*La mayoría de las personas no te harán ver tu error porque no saben cuál será tu reacción.

*La imagen que da un texto con errores de ortografía es que quien lo escribió no considera necesario tomarse el trabajo de hacerlo bien.

*Un mensaje que diga: “habeces cuando te pienzo me duele el corason” o “te hamo” puede desencantar a la persona más enamorada.

¿Qué puedes hacer para evitar escribir con perejil en el diente?

*En principio, lee mucho. Es la mejor manera de asimilar la forma correcta de escribir.

*Revisa, revisa y revisa. Por más apurada(o) que estés, el tiempo que tomes en revisar y corregir bien vale la pena.

*Ten siempre el diccionario a la mano. Es tan fácil como hacer clic.

*Lee consejos para escribir mejor.

*Contrata los servicios de un corrector/editor de textos, ¡para eso estamos!

 

Nota: Cuando escribía este artículo, pregunté en mis historias de Instagram por qué la situación de tener un perejil en el diente nos alteraba tanto. Las respuestas básicamente expresaron que era por la preocupación acerca de la imagen que las demás personas se harían de nosotros. Pero hubo una que me hizo reír mucho. Decía que las personas se alteran cuando pasa eso porque “piensan que se les verá la sonrisa de la Chimoltrufia”. Todavía me estoy riendo.

 

Imagen 1: Image by StartupStockPhotos from Pixabay

Imagen 2: Image by Photo Mix from Pixabay


¿Quieres escribir y aún no lo intentas? 5 tips de J.K. Rowling que te inspirarán

En este momento, seguramente hay millones de personas en el mundo con alguna idea genial para una historia y un sueño no confesado de escribirla y verla publicada. Si estás leyendo esto probablemente también tengas esa inquietud, así que ya sabes que no eres extraño, hay otros como tú. Hay otra gran similitud entre esas millones de personas y tú: quieres escribir y aún no lo intentas.

Las causas pueden ser tantas que quizá nunca logremos nombrarlas todas: falta de tiempo, falta de un lugar adecuado, poca confianza en tu manejo del lenguaje, saboteadores de oficio que te desaniman si lo quieres intentar, preocupaciones cotidianas que consideras más útiles que perder el tiempo tecleando palabras que no sabes dónde llegarán… En fin, podemos buscar y encontrar infinidad de razones para justificar nuestra inacción.

Imagen de Steve Johnson en Pixabay

Investigando sobre esas razones y cómo superarlas llegué a unas declaraciones de J. K. Rowling. He admirado a muchos escritores, pero hay una que me ha cautivado por algo que va más allá de sus libros: su historia personal. La vida de esta escritora —autora de la saga de Harry Potter, entre otros— me resulta inspiradora. Pero, ya va, este post no va de una novela sobre la vida de Rowling.

Tips de J.K. Rowling para inspirarte a escribir

Las veces que se le ha preguntado a J.K. Rowling sobre sus secretos para escribir y tener éxito al hacerlo, ella ha dejado claro que no tiene ninguno, que no posee una lista mágica secreta de consejos infalibles para escritores ni nada por el estilo. Ella insiste en que lo único que hizo (y le funcionó) fue escribir lo que quiso ignorando la opinión de quienes le decían que eso nunca iba a funcionar.

Para mí eso es un buen primer consejo, ¿o no?

La autora de uno de los libros más vendidos de la historia dice que aunque no exista una receta para escribir, sí cree que hay cinco cosas básicas que a ella le funcionaron y que quizá puedan inspirar a otros.

Así que si quieres escribir y aún no lo intentas, aquí voy con el top five de Rowling:

1-Leer: Sí, aunque se vea sencillo. Leer —y yo agrego: mucho— es el mejor entrenamiento para escribir. En palabras de Rowling: “no se puede ser un buen escritor si no eres un lector devoto”. ¿Leíste bien? Devoto. ¿Te imaginas ser un escritor y no amar la lectura? Yo no lo concibo. Leer te muestra mil y una formas de contar una idea, te ofrece inspiración, muchas veces entiendes cómo no hacerlo (porque seguramente leerás también textos no tan buenos). Aunque creas que al leer corres el riesgo de imitar a tu autor favorito, con la práctica encontrarás tu forma particular de expresarte.

2- Valor: Debes tener el valor de superar el miedo a fracasar en lo que deseas hacer. Muchas veces, el miedo a lo que pueda pasar hace que desperdiciemos muchas oportunidades de sentirnos satisfechos con nosotros mismos. Escribe lo que siempre has deseado escribir. Peor que sucumbir al miedo de hacerlo es arrepentirte por no haberlo hecho.

3- Disciplina: Tal vez tengas la imagen idealizada de un escritor arrobado por la inspiración tecleando desaforadamente hasta lograr llenar quinientas páginas de una obra perfecta. Pues no, no funciona así. Escribir es un trabajo, un esfuerzo consciente, una decisión personal. Si te dedicas disciplinadamente unos minutos al día a escribir —aunque la inspiración esté de vacaciones— con el tiempo puedes sorprendente cuando veas cuánto has avanzado en el desarrollo de esa historia que tenías en mente. Imagínate lo que ocurriría si en esos minutos que te sientas disciplinadamente a escribir te visita la inspiración: ¡lo máximo!

4- Resiliencia y humildad: Humildad para aguantar las críticas y comentarios negativos (que nunca faltarán), y la resiliencia para levantarte y seguir con más fuerzas que antes. ¿Sencillo? No, claro que no, pero sería bueno intentarlo. La idea de escribir es ver algún día tu trabajo publicado, y cuando eso pase te enfrentarás a los gustos disímiles de las personas. Algunas amarán lo que escribiste, otras no tendrán piedad en despedazar tu escrito.. y a ti. A eso súmale los rechazos que seguramente enfrentarás al enviar tu manuscrito a la consideración de alguna editorial. Anótalo por allí para que no se te olvide: humildad y resiliencia.

5- Independencia: Escribe lo que quieres y cómo tú quieres. Si quieres escribir y aún no lo intentas decídete a hacerlo, pero a tu manera. En este consejo, Rowling dice que evitemos sentirnos presionados por quienes pretenden tener la receta perfecta para escribir, pues esta no existe, ni para escribir un bestseller, ni para garantizar que te publiquen tu manuscrito, ni para hacerse millonario escribiendo…

“Tanto en la escritura como en la vida, tu trabajo es hacer lo mejor que puedas, superar tus propias limitaciones, aprender todo lo que puedas y aceptar que las obras de arte perfectas son tan solo un poco menos raras que los seres humanos perfectos”. J. K. Rowling

Me encantaría que me contaras por qué no has intentado escribir aunque desees hacerlo. Puedes hacerlo aquí o en Instagram. Tal vez en otro post pueda hacer una recopilación de razones por las que nos ponemos tantos frenos a la hora de decidir sentarnos a escribir.

Gracias por leerme.

 


Niños y cuarentena: escribir para expresarse en tiempos de coronavirus

Menudo 2020 nos ha tocado. En el momento en el que escribo esto estamos encerrados. Gran parte del planeta está en cuarentena. Quienes no están en cuarentena total, son advertidos de que lo mejor es estar encerrados en casa y salir lo menos posible para evitar que siga multiplicándose el contagio del coronavirus  SARS-CoV-2. 

Nunca me hubiera imaginado experimentar lo que estamos viviendo. He leído muchos libros en mi vida, muchos de ellos de terror, de suspenso, de apocalipsis, pero ninguno me hizo pensar que nada de lo que leía sería posible. Y míranos hoy, encerrados, enmascarados, con una incertidumbre total, pues no sabemos cómo ni cuando terminará esto, ni cuándo será posible volver a lo que hasta hace unos meses era una vida normal.

Si para los adultos la situación es difícil, no quiero imaginarme ser un niño en cuarentena. Cuántas cosas pasarán por sus cabezas al ver cómo su mundo cambió de un momento a otro, y al observar a sus padres preocupados y ansiosos. Ellos, que son su apoyo, parecen necesitar quien los apoye.

Imagen de Med Ahabchane en Pixabay

Los niños saben que algo pasa, y que no es bueno. Ante este panorama lo primero que pensamos es en llenarlos de actividades para que se entretengan y no darles tiempo —ilusos adultos que creemos eso— de pensar y preocuparse. Es lo lógico, yo también lo haría. Pero… ¿y si dentro de toda esa vorágine de ocupaciones les damos un espacio para expresarse? ¿Y si les permitimos a través de la creatividad y la escritura sacar sus emociones y convertirlas en relatos, historias, cuentos…?

Para mí escribir siempre ha sido terapéutico. En los momentos más oscuros las letras me mostraron nuevos escenarios menos lúgubres. Yo escribo desde que tengo uso de razón. Cuando escribo, siento que todo es posible. Ese rato poniendo orden en las palabras que se agolpan en mi cabeza se convierte en un rato de paz dentro de lo que pueda estar ocurriendo en ese momento.

Cualquier cosa que escribamos es una forma de expresar lo que tenemos dentro; de reconocer emociones que quizá no sabíamos que sentíamos. ¿Te imaginas darle a tu hijo/a esa oportunidad de usar las palabras para darle un poco de orden a ese mundo que parece estar desmoronándose afuera?

Hace algunos años creé un taller vacacional en línea para niños. Se llamó Redacción divertida. Las circunstancias actuales me llevan a retomarlo y convertirlo en un juego-taller que sea una alternativa a la conexión eterna a Internet y toda la información que pueden encontrar nuestros niños allí o a las largas horas de videojuegos que estoy segura es una constante en muchos hogares.

Si deseas más información sobre este juego-taller, costo, duración, etc., escríbeme a carolinagonzalezarias@gmail.com o a redacciondivertida@gmail.com.


Del “palillo eléctrico” al coronavirus: el gran poder de la palabra

Palillo eléctrico. Esa era la frase clave para desatar un coro de risas y cantos basados en mi aspecto cuando era niña. Y es que en realidad parecía un palillo eléctrico. Era muy flaca y siempre estaba en movimiento. Bastaba que uno de mis compañeros en medio de su aburrimiento me viera pasar y dijera “palillo eléctrico” para que se le uniera el resto y se convirtiera en un pequeño concierto en el aula.

Quiero dejar claro que a pesar de eso, nunca me sentí agredida por mis compañeros de curso (los quiero mucho, amigos). Nunca pasó mayor cosa, ni me traumaticé (pero estemos claros en que los tiempos actuales ya eso no es lo usual). Quizá no me vi afectada porque mis padres me incentivaron a tener una autoestima sana y me enseñaron a entender que esa clase de cosas no tenían que ver con algo malo en mí, sino con algo que sucedía en los demás (yo creo que era aburrimiento).

Palillo eléctrico

El haberte aburrido con esta pequeña anécdota personal es para poner en claro el poder que tiene una palabra o una frase para promover o exacerbar sentimientos que podemos tener en nuestro subconsciente y generar acciones que, lamentablemente, muchas veces son poco positivas.

Hace poco leía un post en Instagram acerca de la necesidad de llamar “virus chino” al coronavirus o covid-19 porque “los chinos lo ocultaron y son los culpables de todo esto”. Yo le planteaba que no era el momento para promover odios inútiles, pero como respuesta obtuve que eso no era una ofensa porque “eran culpables”.

¿Por qué creo que no debemos apoyar el darle una nacionalidad al coronavirus?

Aunque supuestamente estamos en la Era de Acuario cuando la hermandad, la armonía y el entendimiento debieran florecer, la realidad es que vivimos tiempos de pieles sensibles, de odios fáciles, de violencia inusitada como respuesta a cualquier “quítame esta pajita”. ¿El detonante más básico que existe? La palabra.

Miles de personas en redes sociales se han dado a la tarea de convertir en tendencia la etiqueta “virus chino”, en la creencia de que esa es la forma de lograr justicia y compensación por “lo que nos hicieron los chinos”. Armaron una cruzada absurda que no solo no va a lograr ningún tipo de justicia, sino que puede convertirse en un bumerán que golpee a quien menos se lo espera.

La palabra es el instrumento más poderoso con el que cuenta el ser humano, y por ello saber usarla es vital. En mi opinión, una simple acción como llamar al corona virus con ese sobrenombre lo que logra es exacerbar sentimientos de impotencia y resentimiento que mucha gente lleva dentro, quizá por cosas totalmente ajenas a la pandemia actual. Por eso, no creo que sea oportuno usar un arma tan poderosa como la palabra para promover esa clase de sentimientos que en los tiempos que corren escalan rápidamente al odio y la violencia.

Un hilo en Twitter de @manuelgo me hizo recordar los episodios absurdos de violencia y discriminación que surgieron en los años 80 cuando al VIH se le denominó “cáncer gay”. Hoy, no han sido pocos los casos a nivel mundial de violencia hacia personas simplemente por ser o parecer asiáticas. Uno de ellos es mi compatriota Maisong Lee (@maisongtv), quien por el simple hecho de ser de ascendencia coreana ha sido insultado en las redes con las palabras más hirientes y asquerosas que he visto. Ante esto Maisong ha retomado la etiqueta #nosoyunvirus que fue tendencia en enero de 2020.

Así como al surgir la frase “palillo eléctrico” en mi salón rápidamente se iban uniendo mis compañeros al coro, hoy en día lanzar una frase como esa es como una chispa en una caja de fósforos.

Si los que se han dado a la tarea de multiplicar esa etiqueta se ocuparan de pensar cinco minutos antes de teclear, se darían cuenta de lo absurda que es la bendita frase. No son “los chinos” los culpables de esta pandemia. Fue un gobierno, una dictadura comunista la que decidió y actuó de la manera que lo hizo. Al decir “virus chino” no vas a hacer que la justicia divina caiga sobre los miembros de ese gobierno, sino que vas a perjudicar a personas inocentes (quizá hasta amigos tuyos) que nada tienen que ver con virus ni experimentos maquiavélicos.

Sin duda, todos esperamos que una vez que superemos esta pandemia, exista una investigación por entes internacionales que ofrezca claridad sobre lo sucedido, y se sancione a quien se tenga que sancionar.

Soy una apasionada del uso de la palabra. Pienso que no hemos dimensionado el poder que tenemos en nuestras teclas. Lo ético y moral es aprender a usarlo sin causar perjuicios a los demás. Como dijo Franklin D. Roosevelt (y luego Ben, el tío de Peter Parker): “Un gran poder implica una gran responsabilidad”.

P.D.: si en este punto lo único que te provoca contestarme es: “bueno, ese virus salió de China, entonces, es chino, y viruschino se queda”, no logré explicarme bien. Lamento que no hayas podido captar el punto.

Gracias por haber llegado hasta aquí.

Imagen de Mohamed Hassan en Pixabay


Tolerancia lingüística: tarea pendiente para los migrantes venezolanos

Cuando yo era niña, mi mamá me pedía con frecuencia que fuera al supermercado. La primera vez que fui, me paré muy segura frente al dependiente, y le pedí un kilo de malanga y boniato. Él se quedó mirándome sin entender. Me pidió que le repitiera lo que quería, y le volví a decir “malanga y boniato, por favor”. Como no lograba comprender, me pidió que le señalara lo que estaba buscando. Miré las verduras y le señalé lo que quería. “Ahhh, quieres ocumo y batata”. Luego de preguntarme quiénes eran mis papás (porque vivíamos en el mismo barrio), entendió el motivo de la confusión idiomática. Mirando hacia atrás, veo que ese chico fue un buen ejemplo de tolerancia lingüística. De eso quiero conversar hoy.

Ese día comprendí por qué en casa mis padres llamaban a algo de una manera y la vecina de otro. Soy hija de inmigrantes cubanos. En casa se usaba un balde, en otras casas se usaba un tobo; yo colgaba mi ropa en percheros, y mis amigas lo hacían en ganchos; mi mamá preparaba fricasé de pollo, pero la vecina le llamaba carne guisada con papas. Ninguna estaba equivocada. Esa es la riqueza de nuestra lengua: es amplia, es rica, es hermosa.

Por lo que ha sido mi vida como hija de migrantes en cuanto al idioma (que siendo el mismo es a la vez diferente), creo que es necesario desarrollar y promover la tolerancia lingüística. Por ello, no puedo sino asombrarme ante los cientos de mensajes que veo en redes sociales de mis compatriotas venezolanos —a quienes las circunstancias terribles de nuestro país han obligado a migrar y buscar oportunidades en otras tierras— que se muestran intolerantes e inflexibles, paradójicamente, ante la gran flexibilidad y variedad de nuestra lengua española. Frases como “esto se llama así y punto”, “están equivocados, eso no se dice así”, entre muchas otras, me llenan de inquietud, porque no es así,  quizá en tu país o en tu región las cosas se llaman de determinada manera, pero no en todos lados es igual. La única verdad en este caso —de la que no podemos escapar— es que las cosas tienen diferentes nombres de acuerdo con el lugar donde estés, te guste o no.

Desarrollar la tolerancia lingüística

No hay nada más democrático que el idioma, y por eso no me explico que a veces —amparándonos en las diferencias en el habla de nuestras tierras hispanoamericanas— hagamos alarde de una intolerancia que no tiene justificación. El lenguaje es la herramienta que todos adquirimos desde niños para comprender nuestra realidad, relacionarnos con los demás y manejar la información. Pretender que otros hablen igual que nosotros; negar que sus modismos, localismos o regionalismos tienen la misma validez que los nuestros; burlarnos del habla de un país o región porque difiere de la nuestra niega la esencia misma del lenguaje y deja mucho que desear de quien así se comporta.

La intolerancia lingüística puede llevarnos a otros tipos de intolerancia mucho más graves. Quienes migramos y nos establecimos en nuevas tierras tenemos la obligación y el compromiso de respetar la cultura de esas tierras, y esto pasa indefectiblemente por respetar su lengua. El empeño sistemático en querer utilizar nuestros propios modismos por creer erróneamente que esta es la forma de poner en alto nuestra nacionalidad no es más que un elemento perturbador que crea barreras y malentendidos. Querer imponer nuestras costumbres en un país ajeno es una invasión, una falta de respeto.

Nútrete de todas las variantes del idioma que encuentres. Intégralas a tu propio lenguaje. Desarrollar la tolerancia lingüística no significará de ninguna manera que pierdas tu lengua ni que disminuya tu sentimiento hacia tu nacionalidad. Usa tus modismos sin imponerlos. Corrige si no eres entendido. Sé tolerante. Sé inteligente. Siéntete orgulloso de enriquecer tu forma de hablar. Este se convierte en el primer paso para integrarnos y convivir en armonía con quienes nos reciben en su casa grande.


Corrección de textos: taller mecánico para libros

Mi padre, entre muchos oficios que desempeñó en su vida, fue mecánico. Recuerdo verlo hurgando siempre bajo el capó abierto de algún carro. Si bien se especializaba en electricidad automotriz, para él los automóviles no tenían secretos. Si se movía bien entre cables, baterías y suiches, igual era un mago con cualquier problema del motor, dirección, cauchos, transmisión… y hasta carrocería. Yo me dedico a la corrección de textos, que en realidad es como tener un taller mecánico para libros. ¿Por qué? Ya te cuento.

Mi papá y los carros

En estos días, el ver mis trabajos pendientes en mi computadora me recordó el oficio de mi padre. Tenía tres libros en fila para ser revisados, como los carros estacionados en el taller de papá a la espera de que les subiera la cubierta del motor y comenzara su magia.

Como él, abrí el capó de cada uno, le eché una mirada al estado general; le di al suiche; escuché cómo sonaba el arranque de los que prendían; revisé un poco por qué no arrancaban bien algunos; busqué fallas por aquí y por allá; analicé las reparaciones que tendría que hacer, y agendé el tiempo que dedicaría a cada uno para entregarlo al cliente en el tiempo esperado.

En ese momento pensé: “esto de la corrección de textos es como tener un taller mecánico para libros”. Sé que puede sonar un poco loco (ok, sí, es un poco loco), pero si sigues leyendo seguro que me darás la razón.

Al taller mecánico llegan automóviles de todas las formas y marcas con las más diversas fallas. A mi correo de corrección de textos llegan manuscritos de diferentes géneros, unos largos, otros cortos, con variados asuntos que resolver. Como en el taller, los problemas pueden ir desde los muy graves como un motor fundido, hasta los más sencillos como un rayón en la carrocería.

Foto de gratisography en Pexels

Daños leves

A mi taller mecánico para libros llegan muchos textos que quieren ser publicados, y que para conseguirlo solo necesitan que ciertas fallas sean corregidas. Estas pueden ser faltas ortográficas repartidas en algunos párrafos; algún error de sintaxis en ciertas oraciones que con un pequeño cambio pueda subsanarse; una que otra palabra mal utilizada…

Son leves como puede ser una magulladura en el guardabarros; una raya en la carrocería; un faro roto; un cable haciendo mal contacto; un filtro que debe cambiarse… en fin, problemas no tan graves que —con un buen golpe de latonería de manos del experto y los repuestos en el lugar que corresponden— se subsanan con relativa facilidad.

Daños medios

También llegan textos con asuntos un poco más complicados de resolver. No tan graves como un motor fundido, pero que requieren más tiempo y cuidado que cambiar un foco. En estos casos, las fallas ortográficas pueden ser más importantes; los errores de sintaxis pueden hacer que el texto, por muy buena idea que tenga, sea difícil de entender para el que lo lea; puede haber problemas de coherencia de ideas o contradicciones temporales…

Son muchos los detalles que pueden encontrarse cuando llega un texto a mi taller mecánico para libros. Lo que sí es seguro es que, como mi padre hurgando bajo el capó del carro, utilizaré la herramienta adecuada para cada problema, y ajustaré cuántas tuercas y palabras sea necesario para que el resultado final nos llene de satisfacción tanto al autor como a esta humilde correctora.

Problemas graves

Un carro con el motor fundido es como un texto con una buena idea, pero que es incomprensible para el lector. En estos casos hay que rescatar las piezas que estén en buen estado; reparar aquellas que puedan ser rescatadas, y desechar las que no podrán ser usadas de ninguna manera.

Para quienes nos dedicamos a la corrección de libros, estos trabajos son retos sabrosos. Con ellos sacamos lo mejor de nosotros y de nuestros clientes. El resultado, por lo general es maravilloso. Sientes que a tu taller mecánico llegó un vehículo que alguien calificó como pérdida total, con un motor muerto y una carrocería muy estropeada, y lograste convertirlo en un objeto hermoso y útil.

El texto sin motor

A veces alguien llega al taller y me dice que tiene una carrocería intacta, hermosa, con un interior de muy buenos acabados; asientos forrados con buen material, cómodos, reclinables; guantera amplia; tablero impecable; alfombras como nuevas; vidrios intactos… pero le falta el motor.

Aquí te perdiste un poco, ¿verdad?

Bueno, es que muchas veces las personas tienen excelentes ideas para un libro, saben cómo sería cada capítulo, qué debiera decir cada uno, pero no saben escribirlo.

En estos casos, me pongo mi braga y me dedico a armar el libro pieza por pieza. Pienso en las palabras y frases adecuadas a la idea de mi cliente y le voy dando forma al libro que tenían en mente. Esto se llama escritura fantasma. Si al finalizar veo a mi cliente montarse en su vehículo y esbozar una sonrisa, me doy por satisfecha.

Cuando veo uno de los libros que he corregido a la venta o en manos de alguien que lo lee, siento una alegría inmensa, así como cuando veo a mis sobrinos triunfar en la vida (digo mis sobrinos, porque la comparación con mis hijos es para los libros que he escrito yo).

¿Necesitas corrección de textos?

No es fácil asumir que es necesario entregar el texto —que escribiste con tanto amor— a un extraño para que lo corrija, pero siempre (léase siempre) es indispensable la intervención del corrector para garantizar la calidad del texto.

Por muy leves que creas que puedan ser los problemas de tu manuscrito, igual necesitan del ojo y la mano experta del conocedor. Hay errores tan comunes que seguramente no les prestes atención y los dejarás pasar. Por eso es necesario el trabajo de un corrector de textos. No permitas que cualquiera le meta la mano a tu vehículo solo porque crees que “lo que tiene es una tontería”. Si llevas tu libro a un taller mecánico inexperto (o más barato) lo más probable es que no recibas un servicio de calidad. Un pequeño rayón en la carrocería en manos de un latonero barato y sin experiencia puede convertir el detalle en un problema mayor. Unos problemas sencillos de ortografía, sintaxis o vocabulario mal atendidos pueden resultar en un libro desastroso.

¿Tienes algún texto que quieras publicar? Cuéntame.

Gracias por leerme.


2 herramientas indispensables del community manager: ortografía y buena redacción

Cuando la voz de su jefe se escuchó en todos los cubículos de la oficina, el community manager no prestó mucha atención. Pensó: «alguien metió la pata», y siguió trabajando en lo suyo… hasta que el hombre moduló su nombre. Sentado frente a quien lo había contratado, sintió un bombazo que no esperaba: «¿por qué no me dijo que no manejaba bien la ortografía y la redacción?». El community no entendía, y solo atinó a decir: «usted no me preguntó».

Ciertamente, dos semanas atrás nuestro amigo había respondido a un aviso de empleo. “Sé manejar redes; sé de informes de métricas; sé utilizar Photoshop; manejo el WordPress… sí, voy a postular”. Postuló. Lo entrevistaron. Lo contrataron… pero nadie, incluso su actual jefe, le había dado importancia a la herramienta indispensable de todo community manager: el lenguaje.

¿Qué pasó? Nuestro amigo cometió un error ortográfico en una publicación de un cliente de la empresa. Lo que pudo ser un generador de comentarios positivos y de un número importante de conversiones se transformó en tendencia, pero por la cantidad de comentarios, retuits, reposteos enfocados en el error, y en lo absurdo que era que una empresa de ese calibre no tuviera a alguien que supervisara lo que se publicaba. En fin, obtuvieron una presencia brutal en las redes, pero por el motivo equivocado. ¿Conversiones? Mmmmm, no. ¿Todavía están tratando de remontar el episodio? Sí.

No hay errores pequeños cuando se trata de ortografía y redacción. Imagen de mohamed Hassan en Pixabay

¿Community managers con faltas de ortografía y redacción? Más de los que quisiéramos

El caso del relato, lamentablemente, no es una situación aislada. Las fallas de ortografía y redacción están a la orden del día, tanto en el mundo virtual como en el tangible. Quizá le damos menos importancia cuando son mensajes personales (no en mi opinión, por cierto), pero cuando leemos publicaciones de marcas importantes —que usualmente tienen un departamento dedicado a esa tarea— con errores ortográficos o una sintaxis que deja que desear, sabemos que afectará indefectiblemente a la imagen de esa empresa o marca en particular.

La falta de preparación en materia de redacción; la inmediatez con la que suceden las cosas;  el no revisar las publicaciones antes de que salgan a la luz, hacen que miles de errores aparezcan en muros, líneas de tiempo, tuits, estados, volantes, publicidad, etc., y como un bumerán golpeen de vuelta al community y a la reputación de su cliente.

¿Hay solución? Sí, ampliar la mirada y entender lo que nunca ha debido obviarse: el trabajo de un community manager, de un especialista en marketing digital, de un redactor de contenido SEO, de un curador de contenidos (son muchos para listarlos todos acá)… no está completo sin el manejo adecuado de la herramienta indispensable para todo el quehacer comunicacional que es el lenguaje.

Que nunca falten tus herramientas principales: ortografía y buena redacción. Imagen de Serena Wong en Pixabay 

¿Qué hacer una vez que entendemos la importancia de la ortografía y redacción para el community manager?

Primero, asumir que el trabajo va más allá de darle a un botoncito y subir publicaciones a Instagram, Facebook, blogs, Twitter, páginas web… y revisar los numeritos. En esta actividad tanto la forma como el fondo deben ser impecables.  El inicio de todo, la base de un buen trabajo, es el respeto tanto a las normas del idioma como al público que va a recibir los mensajes. Sí, puede ser duro que te lo diga, pero cuando escribimos con fallas de ortografía y redacción, le faltamos el respeto a quien recibe nuestras publicaciones. Nuestros errores en algo tan básico como el manejo de la lengua que hablamos denotan una falta de cuidado, poco profesionalismo y desinterés por nuestro público objetivo.

Así como nos preocupamos por tener un CV impresionante en cada función nueva que se pueda ejercer, es necesario mejorar cada día en el manejo de nuestra lengua. No solo redundará en beneficio de cualquier trabajo que realicemos, sino para comunicarnos mejor en nuestra vida cotidiana.

En el caso de marcas que gestionan sus propias cuentas, de firmas que se encargan de manejar dichas cuentas, o de personas que manejan sus blogs y páginas web, siempre existe la opción de dejar la supervisión final de los mensajes a personas que se dedican a la corrección y edición de textos. Más vale una revisión a tiempo que tratar de atajar un gazapo en internet. Click To Tweet

¿Eres community manager y has conocido de una situación parecida a la de nuestro amigo del relato?  ¿Has visto algún error en alguna cuenta en las redes sociales que te haya llamado la atención? Cuéntame aquí en los comentarios.

Gracias por leerme.


No es detrás tuyo, es detrás de ti. Errores comunes que podemos evitar

Como parte de mi trabajo diario, me encuentro con infinidad de errores de las más variadas formas y tamaños. Desde fallas de acentuación, equivocaciones ortográficas, mal uso de algunas palabras, hasta problemas para escribir ideas que sean comprendidas por el lector. Son errores comunes que de tanto verlos olvidamos que son errores

Hoy me voy a detener en uno de esos errores que comencé a notar como algo esporádico; algo que leía alguna vez por aquí y escuchaba alguna vez por allá, pero que de un tiempo a esta parte observo como una constante en el lenguaje, tanto escrito como oral.

Cada vez que lo leo o lo escucho, me entra un escalofrío desagradable que recorre toda mi columna vertebral, llega a mi cerebro y hace ¡boooooom! Trato de no desesperarme, respiro, me calmo, pero la paz dura poco, porque a los pocos segundos ¡booooom!, lo vuelvo a escuchar.

¿Cuál es ese error?

Tranquilos, que a eso vengo.

Desecha el detrás tuyo y el cerca mío, siempre es detrás de ti y cerca de mí

Lo que me trastoca el ánimo de esta manera es la costumbre que ha tomado mucha gente de decir “detrás mío”, “detrás tuyo”, “detrás nuestro”, “cerca mío”, “cerca tuyo”, “delante mío”, “delante tuyo”, “enfrente suyo”, “enfrente nuestro”, “debajo suyo”. En fin, todas las combinaciones de estos adverbios: cerca, detrás, delante, debajo, dentro, encima, enfrente, con adjetivos posesivos que no deben ir nunca con ellos.

Puedes ver la explicación de la RAE aquí, pero te adelanto esto: mío, tuyo, suyo, nuestro son adjetivos posesivos. Los adjetivos modifican a los sustantivos. No modifican a los adverbios, y como te dije en el párrafo anterior, cerca, detrás, delante, debajo, dentro, encima y enfrente son adverbios. Es decir, no deben ir seguidos de adjetivos posesivos, porque estos no los modifican.

Fíjate en esta oración: Estoy en el automóvil de Pedro.

Tenemos que “automóvil” es un sustantivo. Te acuerdas de eso, ¿cierto? Yo sé que sí te acuerdas. Bueno, como “automóvil” es un sustantivo, puedo modificarlo con un adjetivo posesivo que sustituya a “de Pedro”. Entonces, puedo decir: Estoy en el automóvil suyo. Ahora, cambiamos de lugar el adjetivo posesivo y lo ponemos antes de “automóvil”: estoy en su automóvil. Sigue teniendo sentido la oración, ¿verdad? Hasta aquí todos felices.

Ahora ve esta oración: Estoy detrás de Pedro.

Tenemos que “detrás” es un adverbio. Si intento modificarlo con un adjetivo posesivo que sustituya a “de Pedro” (lo cual ya sabes que está mal), quedaría: estoy detrás suyo. Ahora, cambiamos el adjetivo posesivo de lugar, y lo anteponemos a “detrás”: estoy en su detrás. ¿Verdad que no suena bien? Claro, que no, porque no está bien.

Aléjate de esos errores comunes, y hazle un cariñito al idioma

Si todavía tienes la duda de por qué está mal decir “delante mío”, “detrás tuyo”, “enfrente suyo”, etc., prueba a anteponer el posesivo al adverbio, y te darás cuenta enseguida.

Vamos… hazlo…

Error

Fíjate lo que ocurre si antepones el adjetivo

Correcto

Detrás mío

En mi detrás

Detrás de mí

Detrás suyo

En su detrás

Detrás de él/ella

Delante mío

En mi delante

Delante de mí

Delante tuyo

En tu delante

Delante de ti

Cerca tuyo

En tu cerca

Cerca de ti

Dentro mío

En tu dentro

Dentro de mí

¿Ves qué horrible se ven y suenan las frases en rojo?

Suenan mal porque están erradas.

Solo hay que tener un poquito de cuidado, sentido común… y ponerle atención y cariño a las normas de nuestro idioma. Si eres de los que dice o escribe “detrás tuyo”, por favor, trata de dejar este error detrás de ti.

¿Cometes alguno de esos errores comunes, y no te habías dado cuenta? Me gustaría leerte.