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Corrección de textos: taller mecánico para libros

Mi padre, entre muchos oficios que desempeñó en su vida, fue mecánico. Recuerdo verlo hurgando siempre bajo el capó abierto de algún carro. Si bien se especializaba en electricidad automotriz, para él los automóviles no tenían secretos. Si se movía bien entre cables, baterías y suiches, igual era un mago con cualquier problema del motor, dirección, cauchos, transmisión… y hasta carrocería. Yo me dedico a la corrección de textos, que en realidad es como tener un taller mecánico para libros. ¿Por qué? Ya te cuento.

Mi papá y los carros

En estos días, el ver mis trabajos pendientes en mi computadora me recordó el oficio de mi padre. Tenía tres libros en fila para ser revisados, como los carros estacionados en el taller de papá a la espera de que les subiera la cubierta del motor y comenzara su magia.

Como él, abrí el capó de cada uno, le eché una mirada al estado general; le di al suiche; escuché cómo sonaba el arranque de los que prendían; revisé un poco por qué no arrancaban bien algunos; busqué fallas por aquí y por allá; analicé las reparaciones que tendría que hacer, y agendé el tiempo que dedicaría a cada uno para entregarlo al cliente en el tiempo esperado.

En ese momento pensé: “esto de la corrección de textos es como tener un taller mecánico para libros”. Sé que puede sonar un poco loco (ok, sí, es un poco loco), pero si sigues leyendo seguro que me darás la razón.

Al taller mecánico llegan automóviles de todas las formas y marcas con las más diversas fallas. A mi correo de corrección de textos llegan manuscritos de diferentes géneros, unos largos, otros cortos, con variados asuntos que resolver. Como en el taller, los problemas pueden ir desde los muy graves como un motor fundido, hasta los más sencillos como un rayón en la carrocería.

Foto de gratisography en Pexels

Daños leves

A mi taller mecánico para libros llegan muchos textos que quieren ser publicados, y que para conseguirlo solo necesitan que ciertas fallas sean corregidas. Estas pueden ser faltas ortográficas repartidas en algunos párrafos; algún error de sintaxis en ciertas oraciones que con un pequeño cambio pueda subsanarse; una que otra palabra mal utilizada…

Son leves como puede ser una magulladura en el guardabarros; una raya en la carrocería; un faro roto; un cable haciendo mal contacto; un filtro que debe cambiarse… en fin, problemas no tan graves que —con un buen golpe de latonería de manos del experto y los repuestos en el lugar que corresponden— se subsanan con relativa facilidad.

Daños medios

También llegan textos con asuntos un poco más complicados de resolver. No tan graves como un motor fundido, pero que requieren más tiempo y cuidado que cambiar un foco. En estos casos, las fallas ortográficas pueden ser más importantes; los errores de sintaxis pueden hacer que el texto, por muy buena idea que tenga, sea difícil de entender para el que lo lea; puede haber problemas de coherencia de ideas o contradicciones temporales…

Son muchos los detalles que pueden encontrarse cuando llega un texto a mi taller mecánico para libros. Lo que sí es seguro es que, como mi padre hurgando bajo el capó del carro, utilizaré la herramienta adecuada para cada problema, y ajustaré cuántas tuercas y palabras sea necesario para que el resultado final nos llene de satisfacción tanto al autor como a esta humilde correctora.

Problemas graves

Un carro con el motor fundido es como un texto con una buena idea, pero que es incomprensible para el lector. En estos casos hay que rescatar las piezas que estén en buen estado; reparar aquellas que puedan ser rescatadas, y desechar las que no podrán ser usadas de ninguna manera.

Para quienes nos dedicamos a la corrección de libros, estos trabajos son retos sabrosos. Con ellos sacamos lo mejor de nosotros y de nuestros clientes. El resultado, por lo general es maravilloso. Sientes que a tu taller mecánico llegó un vehículo que alguien calificó como pérdida total, con un motor muerto y una carrocería muy estropeada, y lograste convertirlo en un objeto hermoso y útil.

El texto sin motor

A veces alguien llega al taller y me dice que tiene una carrocería intacta, hermosa, con un interior de muy buenos acabados; asientos forrados con buen material, cómodos, reclinables; guantera amplia; tablero impecable; alfombras como nuevas; vidrios intactos… pero le falta el motor.

Aquí te perdiste un poco, ¿verdad?

Bueno, es que muchas veces las personas tienen excelentes ideas para un libro, saben cómo sería cada capítulo, qué debiera decir cada uno, pero no saben escribirlo.

En estos casos, me pongo mi braga y me dedico a armar el libro pieza por pieza. Pienso en las palabras y frases adecuadas a la idea de mi cliente y le voy dando forma al libro que tenían en mente. Esto se llama escritura fantasma. Si al finalizar veo a mi cliente montarse en su vehículo y esbozar una sonrisa, me doy por satisfecha.

Cuando veo uno de los libros que he corregido a la venta o en manos de alguien que lo lee, siento una alegría inmensa, así como cuando veo a mis sobrinos triunfar en la vida (digo mis sobrinos, porque la comparación con mis hijos es para los libros que he escrito yo).

¿Necesitas corrección de textos?

No es fácil asumir que es necesario entregar el texto —que escribiste con tanto amor— a un extraño para que lo corrija, pero siempre (léase siempre) es indispensable la intervención del corrector para garantizar la calidad del texto.

Por muy leves que creas que puedan ser los problemas de tu manuscrito, igual necesitan del ojo y la mano experta del conocedor. Hay errores tan comunes que seguramente no les prestes atención y los dejarás pasar. Por eso es necesario el trabajo de un corrector de textos. No permitas que cualquiera le meta la mano a tu vehículo solo porque crees que “lo que tiene es una tontería”. Si llevas tu libro a un taller mecánico inexperto (o más barato) lo más probable es que no recibas un servicio de calidad. Un pequeño rayón en la carrocería en manos de un latonero barato y sin experiencia puede convertir el detalle en un problema mayor. Unos problemas sencillos de ortografía, sintaxis o vocabulario mal atendidos pueden resultar en un libro desastroso.

¿Tienes algún texto que quieras publicar? Cuéntame.

Gracias por leerme.